martes, 15 de octubre de 2013

Andrea en el parque

Los días lluvioso eran los más agradables para Andrea, aunque no podía salir a jugar con sus amigos, sentía algo que toda persona siente al crecer: valorar los mínimos momentos. Allí estaba pegada a la ventana viendo como llovía, dibujando en el vidrio empañado y diseñando caras para la gente que pasaba. De pronto tocan la puerta, ella se oculta en la cocina y asoma para ver a quien le abre su madre. Para sorpresa de ambas era su abuelo, siempre se lo veía sonriendo, pero hoy no lo estaba. Para Andrea, Pedro era como su padre, pero por primera vez lo vio como era, su abuelo. Encorvado, con una mirada triste, desarreglado y con ganas de irse a cualquier parte.

Carolina, su madre, le pide que se vaya a jugar al parque porque había dejado de llover (excusa ideal para hablar con su padre). Ella acepta de mala gana porque prefería quedarse jugando en la computadora y de paso captar parte de la conversación. El día se despejaba, algunos niños salían a jugar a pesar de que el césped no se hubiera secado del todo, pero el repentino Sol invitaba a salir. Andrea estaba aburrida en la hamaca, torcía y destorcía las cadenas para dar vueltas en círculos y trataba de no pisar el charco que se encontraba debajo de ella. A lo lejos se ve una cara conocida que viene, era el abuelo. La recoge y le dice:

-¿Qué haces hermosa?
-Nada...acá...aburrida.
-Vos sabes que cuando era chico, cada vez que paraba de llover me encantaba venir a jugar al parque. Incluso de vez en cuando vengo para divertirme con mis amigos.
-¿Jugar? Pero abuelo, vos sólo venís a sentarte en el banco, hasta a veces te veo desde casa.
-Es verdad. Pero cuando uno es viejo (señalando sus anteojos) uno juega recordando y a veces ese recuerdo uno lo ve y vive, solamente cuando deja de llover.

Andrea no entendió del todo lo que le había dicho Pedro, pero se encontraba en una etapa en que poco le importaba lo que se hablaba. Escuchaba, sacaba sus conclusiones y se las guardaba. Pasaron varias semanas y el abuelo no volvió a aparecer. Al preguntar por él Carolina sonreía, pero era una sonrisa diseñada para ocultar la tristeza que trataba superar.

Otra tarde lluviosa Carolina le pide a su hija que la ayudara en el aseo de la casa mientras ella preparaba la merienda. Ella aceptó y emprendió manos a la obra, tendió la cama, pasó la escoba y le faltaba sacarle brillo a los muebles. En un instante por accidente abre una cómoda y encuentra los anteojos del abuelo, por un momento pensó decirle a su madre, pero sabía que no le gustaba que le toquen sus cosas, así que se los escondió en su bolsillo.

Durante la merienda dejó de llover y su madre aprovechó para hacer los mandados, Andrea se quedó en su casa jugando en la compu. Desde la ventana de su habitación podía observar el parque, había un par de niños jugando a ser vaqueros, decidió ir porque se había aburrido de estar en casa. Cruzó la calle y paseó un rato, algo tímida al ver a los chicos. Trataba de ocultar sus manos metiéndolas en sus bolsillos y siente algo, eran los anteojos. Los saca, los estudia, los limpia y se los pone. De pronto todo se transforma en color sepia y un chico pasa saludándola: "Hola!" Se los saca y devuelve el saludo, pero no había nadie, las cosas habían retornado a su color natural y los disparos se escuchaban de fondo. Se los vuelve a poner y el color sepia vuelve, ahora es una nena quien la saluda: "Hola. ¿Cómo estás? Mira a su alrededor y ve el día soleado, los juegos del parque que lucen nuevos y muchos chicos disfrutándolos.

De repente un niño se le acerca y le dice:
-Hola. Me llamo Pedro. ¿Querés jugar a la mancha?

lunes, 2 de septiembre de 2013

1 y 2 de Septiembre

Damasco, 27 de Junio de 2022: El calor es agobiante y los experimentos registran normalidad en el  suelo.

Nada del otro mundo, los componentes del suelo son los mismos que en Jersulalén, aquí en Damasco y en otros lugares de Arabia. He hablado con otros colegas y no hemos encontrado un factor que determine el por qué las cosechas no producen. Ni siquiera germinan. Tenemos la suficiente tecnología para cultivar en cualquier lugar del mundo, ya hemos acabado con la hambruna pero aquí en Arabia no responde el mismo efecto que en América o Europa. Ayer me llegó un mensaje de que en África está ocurriendo lo mismo. ¿La Tierra está cambiando y nosotros no lo notamos? ¿Nos creímos con el poder de los dioses cuando no lo tenemos?

Jihad estaba cansado, el calor era insoportable y el hotel en que estaba no le daba la calma que necesitaba para seguir estudiando sus hipótesis. De unos 31 años, alto, tranquilo, curioso y pacífico (todo lo contrario al significado de su nombre). Egresó en la Universidad del Cairo, en un principio quiso estudiar arqueología pero luego decidió edafología por influencia de un amigo y un proyecto de semillas alteradas que podían producir alimento sano sin ninguna dependencia climática.

Ahora estaba en un reto. Hace 2 años se habían escuchado rumores de que en varios lugares del mundo el método no funcionaba, era imposible, incluso en los glaciares se pudo cultivar granos y cereales. Al principio se envío semillas de alta calidad genética para que dieran efecto, pero los resultados fueron los mismos. La población del lugar afectado empezó a emigrar a países vecinos, pero se originaron varios conflictos religiosos entre musulmanes y judíos, algunas revueltas y por último el acato de la O.N.U de que los originarios del país se queden en su país. Que sean rehenes en su propia tierra. Esperando que los resultados sean positivos, al principio fueron aprendices a estudiar el terreno, luego Jihad, al ver que no surgía una solución, decidió estudiar por sí mismo el desafío.

Damasco, 28 de Junio de 2022: El pueblo vuelve a sus raíces.

Hoy decidí tomarme el día, conocer la cultura local y aislarme del problema por un tiempo. El calor sigue agobiante y decidí tomar un Kesehk, es refrescante y adecuado para estos días. Al mediodía almorcé una comida que me recomendó un amigo que ya había visitado Damasco, Ruz Dyay, una especie de arroz con pollo, aceptable, pero extraño la comida de mi natal Egipto. Luego, hacia la noche pude ver mucha gente pidiéndole a Alá que bendiga las cosechas o que les de maná como en épocas bíblicas. No soy un hombre de fé, pero asistí a algunas de sus ceremonias para conocer la cultura local. Lo último que puede perder un hombre es la esperanza en lo que cree, me pregunté  cuál sería mi última esperezanza al no ser creyente. Con ese pensamiento me dormí.

Pasaron varios meses sin noticia ni cambio alguno, la situación social era muy tensa. El Gobierno sirio amenazaba con hacer cualquier cosa que tenga a su disposición para alimentar su pueblo, justificando que era una misión de Alá. Israel haría lo mismo en nombre de Jehová, mismo Dios, distinto nombre y una diferencia cultural que la sociedad sigue sufriendo. Las autoridades se impacientaban y acusaban a Jihad de ocultar información y favorecer a Occidente.

Jerusalen, 11 de Noviembre de 2022: No hay conclusión.

Ahora escribo desde la capital israelí, tuve que huir de Siria luego de tantas amenazas en mi contra, de atentar con mis investigaciones, interrogatorios y castigos  fueron algunas razones. Piensan que solamente beneficio a Occidente. Estoy a salvo, por el momento, tengo que obtener una decisión inmediata sino tendré que volar a Zurich en busca de seguridad junto a mis colegas. Recibí una carta anónima, el papel era amarillento, viejo y la tinta no provenía de una lapicera, era de una pluma. Por un momento pensé que era un chiste de la policía local, pero ahora no tengo esperanza, es lo único a lo que me puedo aferrar. Solamente había un dibujo de una ruta de peregrinaje, comienzo a pensar de que si la ciencia me defendería en estos momentos ¿Hay lógica en lo que hago? ¿Me perderé en el desierto y moriré sin saber lo que preciso?

Un cuerpo casi desconocido fue encontrado en el desierto, entre sus pertenencias se encontró una carta y se supo que el hombre se llamaba Jihad, un edafólogo del Cairo.

Lugar desconocido, 23 de Noviembre de 2022: El factor que faltaba

Seguí la ruta como decía la carta, sin ningún artefacto tecnológico, caminar hasta adentrarme en el desierto y perderme en una tormenta de arena hasta encontrar una cueva con simbolismos. Logré llegar, los símbolos eran conocidos y desconocidos, algunos eran etruscos, otros mayas, egipcios, lo poco que recuerdo de mis libros de arqueología. Al final del lugar había una anciana, su cara era avejentada, pero se la veía saludable, puedo asegurar que mejor que yo. Me invita a sentarme en una roca para conversar:
-Puedo asegurar que eres egipcio por tus rasgos faciales, de cualquier modo habla y hablaré tu idioma para platicar.
-Soy egipcio, me llamo Jihad.
-Ahhh, el mundo podrá haber cambiado mucho, pero no sus habitantes.
-Disculpe señora: ¿Quién es usted?
-Soy solo una anciana con ganas de hablar.
-¿Usted me envió el mapa?
-El conocimiento llega cuando uno lo desea y es consciente de aceptarlo cuando se le presenta en la puerta.
-Entonces tiene la respuesta a mi problema.
-No sé cuál es tu problema. Pero como te dije anteriormente, el mundo puede cambiar pero no la gente, y la gente afecta al mundo por medio de sus sentimientos. Los problemas, por más distintos que sean se originan de la misma raíz.
-¿La codicia?
-Ahhh, que palabra curiosa para decir en estas tierras. El hombre y su codicia han transformado estos lugares desde las Cruzadas.
-Pero eso pasó hace siglos, el problema es que las semillas no surgen efecto y la tierra no produce nada.
-¿La Tierra? ¿Qué culpa tiene?
-No es la Tierra en general, son estos lugares, Damasco, Jerusalen y ahora parte de África. Gracias a nuestra tecnología podemos cultivar en cualquier lugar, menos en esos.
-Recuerda, el mundo puede cambiar en muchas cosas pero no en su funcionamiento, soy una persona muy anciana y doy prueba de ello. La muerte sigue siendo la misma, la naturaleza sigue siendo naturaleza y los cultivos siguen siendo los mismos. En vez de pensar en por qué la tierra no produce, debes pensar en por qué el hombre no produce y deja de cosechar malas semillas.
-¿Malas semillas?
-Durante siglos, estos lugares eran productivos, comíamos de lo que producíamos y vivíamos en armonía. Luego vino un hombre de otras tierras lejanas, nunca olvidaré sus ojos color cielo, quiso nuestras cosechas y artefactos de valor. Luego vinieron más hombres con más ambiciones que no podíamos satisfacerles, y empezaron las matanzas y muertes. El Hombre cultivó codicia, una semilla letal para el que la produce y come de ella. Deja la tierra sin fruto y estéril. Lo único que puede ser regado para que la codicia germine es la sangre de gente inocente.

Por fin pude entender que el problema no era científico, el problema era el error que tuvimos como humanos. Las Cruzadas, la Primavera Árabe de hace algunos años y tantas guerras que han azotado Arabia y África no solamente causaron un efecto en la sociedad, sino que ahora en la naturaleza.

La anciana seguía estando allí, agarraba la arena y veía como se desvanecía en sus manos avejentadas, la miro y le contesto:
-Ahora ya entiendo el factor que me faltaba. ¿Por qué no se me ocurrió antes?
-A veces el hombre en su afán de solucionar todos los problemas del mundo, no ve que él mismo es el problema, no solamente por lo que hace, sino por lo que han hecho sus vidas pasadas.
-¿Se puede revertir esta situación?
-No lo sé, no tengo conocimiento de estas cosas, aparte ahora no te puedes ir, la noche en el desierto trata mal a los que se aventuran por primera vez en ella.

En un parpadeo la anciana se había desvanecido igual que la arena con que jugaba. No puedo dar fe de que esta conversación fue real o no porque ahora no sé en que creer. Pero era lo que necesitaba,
 escuchar, después de todo eso es la religión.

Jihad.

Nicolas Pratto.

martes, 20 de agosto de 2013

18 de Agosto

Tenía sus ojos cerrados, no sabía la hora pero sentía frío, un frío infantil que le recordaba a la inocencia. Finalmente los abre y no ve su habitación, está en otro lugar, todavía adormecida se dirige hacia la ventana y ve que en el patio está nevando. "¿Nieva en Mar del Plata? No puede ser." El paisaje no concordaba, entonces había vuelto, era ella en otro lugar, un lugar que soñaba. "Si, que soñaba. Entonces no lo es." Despierta.

Ahora todo encajaba, su techo era el mismo techo de la noche anterior y desde la noche que llegó desde Bariloche. Se durmió teniendo 15 y se despierta teniendo 16, no siente el cambio, se sigue sintiendo cansada, cansada y sin ganas de hablar. Ahora piensa en las muecas de compromiso que tiene que hacer en su cumpleaños: "Gracias, me gustó, muy rico, etcétera." No es desagradecida, solo no podía dibujar una cara que no conocía. Todavía nadie en la casa la había saludado, seguramente la gente de las redes sociales ya lo habrán hecho, gente que no te conoce te felicita cuando ningún miembro de tu familia aún no lo ha hecho.

Se levanta en silencio para no despertar a su hermana, asoma su cabeza hacia la habitación de sus padres, todavía estaban dormidos, "Bien", piensa, le gusta estar sola y en especial este día. Pone la pava para servirse un café, mientras esto se realiza, trata de encontrar un pensamiento matutino a lo que sentía entre las migas de pan y la mermelada.

Fin.

viernes, 16 de agosto de 2013

Viernes 16 de Agosto

La tinta estaba fresca, se notaba por las manchas que tenía en sus manos, aún se podía retractar y dejar todo atrás, pero su decisión era firme. ¿Depresión? ¿Una vida injusta? ¿Un deseo infantil reprimido? No, simplemente estaba cansada, en la carta no decía de qué, no le gustaba hablar de ella. 

Se subió a una silla de madera, colgó una soga y se la ajustó al cuello, una idea dudosa acerca de lo que hacía se le cruzó por la mente pero terminó en un suspiro y en un cerrar ojos. Finalmente se dejó caer, pateo la silla y quedó colgada, su cuerpo se estaba retractando, ya había pensado en los pocos segundos que sufriría, pero después de todo eran solo segundos. Su cuerpo dejó el esfuerzo en vano que hacía, había perdido en la batalla entre la mente y el ser.

Por más de que la tinta en esa carta siguiera estando fresca, su pensar era firme, seco, simplemente descansar.

Fin.

Nicolas Pratto.

jueves, 1 de agosto de 2013

Jueves 1 de Agosto

Era un Jueves de invierno, muy parecido a este, hacía un poco más de frío, pero la llovizna era una actriz secundaria en la noche que salpicaba a los que estuvieran en la calle. La protagonista era Rocío de 28 años, estaba en su casa de la calle San Juan. Mirada frente al espejo, pensamientos en el más allá. No le gustaba lo que veía, su novio era golpeador, no tomaba y eso era peor, porque lo hacía concienzudamente y no bajo los efectos del alcohol y las drogas. Las marcas eran un testigo obvio, pero ya hace varias semanas que dejo de usar remeras manga corta, le deba vergüenza admitir su error, de que pese a las advertencias hubiera confiado en esa persona, "no es una persona (piensa), es una basura."

Pero hoy Jueves el espejo le devolvía lo que tanto ignoraba, sufría y aguantaba. Pensaba en cómo había llegado a eso, pero pronto se dio cuenta de que el pasado no iba a cambiar el presente, luego de dos copas de vino tinto se dispuso a pensar en el mañana, en la golpiza de mañana. "¿Denunciar? No." Hace cuatro meses una conocida suya que sufría la misma condición realizó la denuncia, ahora el se quedó con los chicos y la casa, mientras que ella vive con su madre y encuentra laburo.

La llovizna se retiraba como un extra de la escena, había conseguido un mejor papel a un par de cuadras. La ventana que daba a la calle se aclaró un poco, el frío continuaba pero soportable. Eran las 23:26hs, Rocío se puso su remera manga corto, se tocó los moretones que tenía, le daba impresión mientras lo hacía. Agarró su mochila y un sobre con plata de sus ahorros. Se tomó el colectivo que pasaba y media, mientras veía su casa desvanecerse por último, notó como también lo hacían sus heridas.

Fin,

sábado, 29 de junio de 2013

La Pregunta

Todas las mañanas amanece una pregunta en nuestros pensamientos, revolotea, nos acaricia, nos invita a tomar un café y a conversar. Pero esa mañana la pregunta de Carlos era un invitado que ignoraba y que no quería atender:

-¿Qué decís Carlos? Por fin me atendés, ¿ya pensaste mi respuesta? La que dice tu hijo todas las noches y que vos haces oídos sordos.

-¿Qué te importa a vos? ¿Pensás que no me acuesto pensando en eso? El estar pensando y ver que no puedo conciliar el sueño, yo le quiero dar lo mejor a Agustín, pero...

-...pero no podes, Carlos querido, es tan humano lo tuyo, mira, nosotras las preguntas, estamos por ustedes. Ya que son tan hombres para formularlas, esperamos que sean iguales para responderlas. Mi objetivo es estar acá a escuchar tu respuesta, y después mi trabajo terminó, me voy de tu vida y listo. La mente engaña, y en tiempos de tempestad la razón se desvanece y el temor toca la puerta.

-Si, ya lo sé, mira ahora me tengo que ir a laburar, las mejores piezas se van temprano.

-Nunca te vas a poder escapar de mi, gracias a vos yo estoy acá. Ah, si llega a tocar la puerta una persona llamada "La Duda", no la atiendas, porque nos está pinchando el negocio. Espero tu respuesta.

El café se había enfriado, pero el lo tomó de todos modos, tratando de hacer algo este martes a las 6:07am. Se calzó su campera, le dio un beso a su hijo de 6 años que no se despertó pero que desde un sueño profundo lo sintió. Salió a la calle con su carrito a responder la pregunta: "Papá...¿Qué vamos a comer hoy?

Fin.

Nicolas Pratto.

miércoles, 5 de junio de 2013

Charlas de mesa

Las charlas de mesa, ahhh, que momento para beber demás contar anécdotas, sacarle el cuero a los que no están, charlar de política y sociedad como si estuviéramos siendo grabados para un programa de interés general. Creo que la sociedad podría ser especificada en esos momentos, en que se habla a "calzón quitado". El abuelo podría decir "Perón nos dio trabajo y techo" o putearlo por "haberlo echado cuando no hizo el luto cuando facellió Eva Duarte de Perón.". Los padres y tíos dirían "¿Se acuerdan de los falcon verde? Yo tenía un conocido del laburo que lo llevaron y no lo vi más." O tirando más para acá lamentando la época de "Pizza con Champagne" mientras uno se toca el izquierdo. Esas charlas son un rejunte de épocas, de vivencias, que nos hacen reflexionar como estuvimos y como llegamos acá. Hasta incluso los chicos o adolescentes se quedan escuchando en silencio, o para poner algún bocadillo acertado. Miramos el pasado y comprendemos nuestro presente.